Pasaban ya las doce de la noche, y en medio del silencio sonó el timbre de la puerta.

- Oh, Ada, ¿en qué puedo ayudarte? ¿Deseabas algo?
- ¿Te vienes conmigo?
- La duda ofende, por supuesto que sí. Estoy aquí para cumplir tus más oscuras fantasías.
- Entonces termina lo que estés haciendo, y coge lo que necesites, acompáñame.
- ¿A dónde quieres llevarme?
- Bueno, cuando lleguemos lo sabrás. 

Salieron del portal y caminaron un buen rato por las calles del centro, sin casi hablar. Él no podía imaginar a dónde se dirigían. Apenas se veían una o dos veces al año, y siempre era de improviso. Después de unos minutos, se detuvieron frente a un edificio pequeño en cuyo bajo comercial había una tienda de alimentación china. 

- Por fuera no tiene nada de especial, pero dentro nos están esperando.
- ¿Quién nos espera?
- Ahora tienes que cerrar los ojos y entrar conmigo, y quedarte en silencio, aunque a mí puedes hablarme en voz baja. Descálzate y sígueme, como puedes oír y sentir, todo está en calma.

Atravesaron un vestíbulo oscuro y en silencio, después de dejar los zapatos y las chaquetas en una silla.

- De acuerdo, me fío de ti al fin y al cabo.
- No podía venir sola y eres el compañero más apropiado. Ahora siéntate en esa silla alta y relájate.
- ¿Por qué? ¿Dónde estamos?... ya me siento.
- Abre un poco la boca y prueba con la lengua lo que se te ofrece, ¿que sientes?
- Algo salado, un par de dedos mojados en algo.
- Muy bien, ahora si me permites, tengo que quitarte la ropa. No abras los ojos todavía.
- En absoluto, me gusta estar desnudo delante de ti.
- ¿Seguro?
- Mucho.
- Eres un buen chico, ahora voy a sentarme encima de ti y puedes tocarme si quieres. Si notas algo en los pies no te asustes. 
- No me asusto, me gusta tocarte mientras tanto. Desde tu cuello hasta tus pechos, donde pueda.
- No estás atado, así que puedes tocar donde quieras. Incluso puedes desnudarme.
- Me gusta la idea de quitarte la ropa con mis manos, quitar tu blusa y tu sujetador, tocando cada centímetro de tu piel en el proceso.
- Recuerda que no debes abrir los ojos.
- Por supuesto.

Aparentemente estaban en un lugar silencioso, pero se escuchaban algunos gemidos suaves y susurros alejados. 

- Veo que estás muy excitado... ¿puedes imaginar dónde estamos?
- ¿Alguna clase de club? ¿Hay más gente viendo lo que me haces?
- Puede.
- ¿No te importa que te desnude por completo con más gente en el fondo? ¿Que te vea quien quiera
haciéndome y haciéndote yo cosas?
- Bueno, tú ya estás desnudo del todo, pero es posible que nadie esté mirando. Pero termina de desnudarme, me encanta sentir tus manos.
- Me entretengo demasiado con tus pechos, perdona. Desabrocho tu falda y deslizo tu ropa interior
pero dejo tus medias, me gustan mucho tus piernas y meter mis manos en ellas.
- Bueno, levántate y ven conmigo. Mientras caminamos puedes ir pegado detrás de mí, para no tropezar. 
- Pues no separaré mis manos de tu cuerpo. Y espero que las notes recorriéndote entera, porque no dejaría un rincón sin tocar.
- Ahora no te separes de mí, vamos a atravesar un pasillo con las paredes muy estrechas, calientes y
sudorosas.
- ¿De qué son las paredes?
- Están llenas de cuerpos desnudos y manos que nos tocan a medida que lo atravesamos.
- ¿Y a dónde lleva ese pasillo de manos? Todas me están tocando.
- Ahora que hemos llegado al medio del pasillo, nos quedamos totalmente rodeados, puedes abrir los
ojos. Como ves, otras personas desnudas se acarician a nuestro alrededor, pero todos llevan los ojos vendados, nadie nos ve, pero nos sienten.
- Acaricio piernas y manos mientras te veo completamente ante mí, y empiezo a tocarme delante tuya, quiero que lo veas, como siempre.
- Podemos disponer del resto de gente como queramos. Voy a ordenar a dos o tres mujeres que te sujeten de brazos y piernas.
- Eso me gustaría.
- Ordeno a otra que empiece a tocarte entre las piernas, mientras yo me pongo delante de ti.
- Noto cómo me están tocando mientras no dejo de mirarte.
- Ahora cierra de nuevo los ojos, y tienes que adivinar en qué momento soy yo quien te está tocando.
- Interesante...

La primera mujer desliza los dedos suavemente por su vientre, hasta llegar a su sexo, lo agarra con la mano y le masturba despacio y con delicadeza. La segunda pone directamente la lengua sobre la punta, y la recorre entera lamiendo y besándola, mientras con una mano la sujeta. La tercera se acerca y se queda de pie enfrente de él, presionando los pechos contra el suyo, y con una mano agarra su sexo y lo desliza entre sus piernas, notando su humedad y calor. 

- Venga, te lo pongo fácil y sólo debes elegir entre esas tres. ¿Cuál de ellas era yo?
- Tú serías la segunda, sé lo mucho que te gusta sentirla en tu boca. ¿Acerté? ¿Tengo premio?
- ¿Quieres saberlo? ¿O prefieres recibir castigo en caso de haber fallado?
- Quiero saberlo, y, si he fallado, recibir mi castigo o mi recompensa si he acertado.
- Pues entones debes acompañarme sumiso al potro del dolor.
- Antes debo saber cuál eras.
- La última.
- Dudé con ella, no sabía qué deseabas más. Te sigo, aunque lástima de recompensa.
- Si soportas bien el dolor, tendrás un premio de consolación.
- Entonces aguantaré lo que pueda.

Caminaron despacio unos metros, y llegaron a un rincón apartado donde había un potro en el suelo, con algunos amarres. En las paredes había algunos ganchos con varios instrumentos colgando.

- Te dejo elegir cómo quieres colocarte, boca arriba o boca abajo.
- Boca arriba
- Piensa que vas a recibir dolor...
- Soy de los que piensan que no todo es dolor.
- Bueno, voy a tener que atarte las manos por encima de la cabeza.
- No tengo objeción.

Ada cogió de uno de los ganchos una bolsa de tela y sacó su contenido. Se trataba de un juego de anillos-garra plateados. Se dirigió a él para mostrarle cuál iba a ser su castigo.

- Veo que tienes una buena colección de objetos guardados y pensados. ¿Qué harás con ello?
- Coloco mis dedos sobre tus hombros, y voy bajando por tu pecho, clavando las garras en tu piel y
dejando una marca blanca. Como detalle te muerdo un pezón, y sigo arañándote hacia abajo.
- El dolor se nota, pero no apartaría la mirada de ti.
- Te lo mereces por no haber reconocido mi olor al tenerme pegada a ti antes.
- Eso es justo, me lo merezco.
- Sigo bajando con las garras hasta tu vientre, y aprieto con fuerza alrededor de tu pene, aunque el vello me dificulta la tarea.
- Debes notar lo excitado que me tienes.
- Si aguantas estoico tendrás tu premio de consolación.
- Aguantaré entonces como pueda.
- Sigo bajando por tus muslos, pero al llegar a tus rodillas retrocedo y voy subiendo de nuevo, deshaciendo el camino. Subo de nuevo por tu pecho, arañándote... y bueno, has aguantado bien, aunque tampoco era demasiado dolor.
- Eso es cierto.
- Voy a darte tu recompensa.
- Excitado me tienes, eso seguro.
- Sin soltarte las manos, me coloco encima de ti dándote la espalda, y lentamente voy bajando mi boca hacia tu sexo, desde tu posición tumbada puedes verme por detrás.
- Me encanta esa vista, te lo aseguro.
- Y a mí comerme tu polla tan dura y gorda.
- Muchísimo. Me encanta verte en esa postura y en esa vista, y sentir tu boca caliente.
- Así a horcajadas sobre ti, te humedezco el pecho con mis jugos, mientras sigo jugando con mi boca y mis manos con tu sexo.
- ¿Y yo cuándo podre tener el tuyo en mi boca?
- Bueno, de momento mando yo.
- Me dejo hacer entonces.
- Me deslizo un poco hacia abajo de forma que froto tu pene entre mis piernas, y puedes notar la
humedad.
- Eso me encanta.

De repente y sin poder evitarlo, él consiguió soltarse de los amarres y sus manos quedaron libres, incorporándose del potro. Ada se giró y le miró con cierto asombro pero enseguida quedó rodeada por sus brazos.

- Tenía que comprobar cuan húmeda estás, y los nudos no eran complicados si sabes torcer bien las
muñecas. Y también deseaba pellizcar esos pezones y acariciar tu cuello, así que las ganas eran grandes.
- Está bien, ya que vuelves a estar en plena posesión de tu cuerpo, ¿te apetece que probemos alguna cosa del lugar?
- Quiero ponerte en el potro, manos y pies bien atados con las piernas extendidas. A plena disposición de cualquier agujero que desee usar. Y de azotarte cuando me plazca.

Mientras decía esto, amarró fuertemente a Ada boca abajo sobre el potro en apenas unos segundos.

- Pero yo no merezco castigo.
- No es castigo, es retribución por arañarme y no dejarme verte. Si lo aguantas recibirias tu recompensa.
- No tengo más remedio, no puedo moverme.
- En efecto. Notas mi mano jugando con tu clítoris, separando tus labios mientras mis dedos se introducen y hacen círculos a su alrededor. No dejo de lamer tus piernas mientras subo por tus muslos...
- Me gusta mucho.
- Al llegar a tus piernas saco mis dedos, dándotelos a lamer, tapando así tu boca mientras empiezo a introducir mi sexo en ti. Duro, largo... Sabes como es. Sin que puedas moverte voy cogiendo velocidad en tu interior, agarrándote del pelo para verte la cara mientras lo hago. Y veo placer en tus ojos.
- Empiezo a gemir muy fuerte, me encanta que te muevas dentro y que cada vez vayas más rápido.
- Separando tus nalgas para ver como entra más al fondo, yendo rápido y duro en ti. Arañándote la espalda con fuerza, clavando mis uñas incluso. Notando lo bien que entra por tu humedad...
- Quiero que sigas más fuerte.
- ¿Ah sí? ¿Cómo de fuerte? ¿Para hacerte daño? ¿Para sentirte obscena y abusada?
- Obscena es difícil que me sienta, pero puedes agarrarme con fuerza por la cintura y embestirme hasta hacerme gritar.
- Te azotaré mientras agarro tus hombros y notas como llega hasta el fondo. Una y otra vez. Gimiendo, diciendo mi nombre. Agarrándote a tus ataduras y arqueando tu espalda arañada. Quiero hacerte gritar más y más. Y con tus gemidos y tu excitación me tienes a punto de acabar en tu interior.
- Yo estoy al borde del orgasmo también, quiero que me embistas un poco más, estoy hinchada y me vuelve loca que me penetres estando inmovilizada.
- Córrete y siente mi polla atravesando tu carne. Siento tus espasmos y me encanta escuchar tus gemidos. Tu calor hace que vaya más rápido.
- Me muero de placer... No quiero que pares.
- Agarrando fuerte de tu pelo y haciendo que me mires, agarro tu cadera y la traigo a mí cuando notas
como tengo mi orgasmo en tu interior. Duro y salvaje.
- Me encanta, y no puedo parar de gritar.
- Te azotaré mientras gritas, quiero que lo hagas en alto. 
- Siento cómo me llenas, sigo gritando de placer mientras noto todo tu peso sobre mí. 
- Estoy exhausto. Te desato para que estés más cómoda y me quedo unos instantes sobre ti, disfrutando las últimas contracciones. 

Después de unos minutos de calma, ambos se incorporan y se miran con una sonrisa cómplice. Tras unas caricias, él coge a Ada por la cintura y caminan hacia la salida, esquivando cuerpos desnudos. Ya en la calle se despiden, hasta la próxima vez, no saben cuándo. No importa. Nada cambia.

No hay comentarios :

Publicar un comentario

Recuerda que el respeto es sexy!