Se queda un rato mirando a través de la ventana la furgoneta del panadero que trae su mercancía recién hecha. Son las siete y veintidós de la mañana y nadie ha llamado por teléfono aún. Ada está preocupada. Se mira los dedos y aún quedan restos de las heridas. Y la luz amarilla de la mañana refleja sobre su anillo de plata, cubriendo la cortina de destellos. Cierra los ojos por unos segundos y siente sus manos recorrer su espalda. Unos dedos grandes y ásperos que acarician su cuello, después sus hombros, muy despacio. Van bajando lentamente hasta encontrarse con su baja espalda, y se deslizan hacia delante, tomándola de la cintura, al tiempo que sus labios se hunden en su oreja.

Ada abre los ojos y ve al panadero sacar los cajones llenos de pan y bollos, y llevarlos a la cafetería. Su mujer a estas horas todavía está en la cama del vecino. El panadero se pasa toda la noche trabajando, y ella se siente sola. Pero él es un pobre iluso. Y ella una desagradecida. Ada abre los cristales ligeramente, para sentir el calor de los primeros rayos rozar su vientre y su pecho desnudos. Con el anillo desvía los reflejos de luz hacia los ojos del panadero, que los cierra durante unos segundos, cegado. Con un cajón de pan caliente en las manos, levanta la cabeza buscando esa luz que le está molestando, y descubre a una mujer desnuda asomada en una ventana. Fascinado por su belleza se queda mirándola embobado. Y Ada se ríe. El hombre aún sigue siendo débil ante ciertas cosas, no está del todo inmunizado por culpa de la televisión. La belleza real gana por goleada. Ada le mira satisfecha, y el panadero cada vez más fascinado e inmóvil, es sorprendido por un grito del dueño de la cafetería. Baja la mirada y se apresura a llevar el pan. Cuando vuelve a la calle, la mujer misteriosa ya no está en la ventana. Decepcionado, echa una mirada rápida a toda la calle, y sube a la furgoneta. Ha terminado el trabajo y debe volver a la panadería.

Cordelia se ha metido en la bañera vacía. Con la ducha va mojando cada parte de su cuerpo, al tiempo que se va llenando la bañera. Su bañera es de las que tienen pies, muy grande y cómoda, y una suave cortina de gasa la rodea. A Ada le espera un largo día de trabajo. Hunde la ducha entre sus piernas y suspira. Sus pezones apuntan al techo, y con una esponja empieza a frotarlos. Es un tacto delicioso el de la esponja. Ada permanece unos minutos más en la bañera, masturbándose, enjabonando suavemente su sexo y después echándole agua. Una y otra vez. Llaman al teléfono y de un salto sale de la bañera, se seca a medias con una toalla y corre a su habitación.

- Hola
- Ya está todo organizado, puedes venir cuando quieras, a partir de las diez.
- De acuerdo.
- Hasta entonces, adiós.
- Adiós.

Aún queda un rato hasta las diez, y el agua sigue llenando la bañera. Es un desperdicio de mañana si no la aprovecha. Se dirige al cajón de la mesita de noche y coge una gran verga de plástico de color carne. Regresa a la bañera con su juguete, y coge de nuevo la ducha. La desliza por su cuerpo lentamente, y cuando empieza a mojarse de nuevo, introduce su pequeño amigo en su cuerpo, abriendo su carne, provocándole una gran sonrisa y un placer delicioso. Y Ada se imagina que su pequeño juguete es la barra de pan de su querido panadero...

2 comentarios :

  1. ha sido un placer descubrir tu blog y mas sera poder seguirlo

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  2. Muchas gracias por tu comentario. Tengo el blog un poco abandonado, pero espero poder escribir algo pronto. Un saludo y me alegra que te guste!

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Recuerda que el respeto es sexy!