Érase una vez una joven muy bonita que
vivía en el bosque con su mamá. Una mañana, estaba Chochocita, que
así se llamaba, jugando con su pulgarcito en su cuarto, cuando de
repente, su mamá la llamó...
- ¡Hija! ¡hija! Baja aquí ahora
mismo...
Y Chochocita bajó, sin darle tiempo a
ponerse las bragas...
- Hija mía, ve al bosque y llévale
esta cestita a la abuela, que está enferma.
- ¿Qué hay dentro? Pesa mucho.
- Son unos juguetes para tu abuela, que
está muy sola y necesita distraerse...
Y la joven observó todo detenidamente.
Había una cosa muy larga y gruesa, de color azul brillante. También
había una especie de collar con unas bolas muy grandes y otro con
las bolas un poco mas pequeñas. Su mamá le dijo que no tardara más,
y Chochocita se puso su capa roja, y salió al campo.
Al final del sendero de su casa, había
un pequeño lago al que iba todas las tardes a nadar. Como hacía
mucho calor, el coño se le estaba calentando cada vez más... Y como
no llevaba bragas, mucho más aún... Pero claro, tenía que ir a
casa de la abuela. Así que no podía entretenerse mucho. De modo que
se quitó los zapatos, los dejó a un lado del lago, con la cesta, se
sujetó la falda para no mojarse y se metió en el agua hasta la
tripa. Su chochito enseguida se refrescó y ella sintió mucho gusto
y alivio para el calor que tenía...
Estaba ella ahí dentro, cuando se dio
cuenta que en el lago había algunas plantas que se movían... Se
colocó encima, y las hojas empezaron a acariciarle entre las
piernas, suavemente... Y el agua también le acariciaba los labios,
la piel y el culo. Tan solo estuvo unos tres minutos, pero fueron los
suficientes para excitarse tanto hasta casi correrse.
Pero su madre la descubrió y le dio un
grito, diciéndole que se fuera de una vez. Chochocita no se pudo
correr y tuvo que salir del lago muy cachonda, con el coño
chorreando... Se puso otra vez los zapatos, cogió la cesta, y siguió
caminando... muy excitada.
Mientras caminaba, el roce de sus
piernas le presionaban el coño, y eso la excitaba mucho más.
Necesitaba encontrar algo para metérselo y aliviarse. Se acordó de
los juguetes de la abuela, y no se lo pensó dos veces. Se fue a un
árbol, se sentó en el suelo, y sacó esa gran cosa azul. La miró
detenidamente, y se moría de ganas de metérselo por el coño
húmedo. Abrió las piernas, se levantó la falda, y se lo metió
hasta el fondo. Un gemido de placer inundó todo el bosque. Empezó a
metérselo y sacárselo muy rápidamente, cada vez mas rápido.
Aquella cosa azul le abría el coño mucho más de lo que lo habían
hecho hasta entonces sus dedos, y estaba encantada.
Cada vez iba más rápido, hasta que no
pudo aguantarse, y empezó a correrse. Gemía y gemía... y se
estremecía en el suelo. En ese momento, apareció un lobo erguido y
la encontró allí tirada. Ella lo vio, pero no se asustó. Al
contrario, siguió como si nada pasara, mucho más excitada porque el
lobo la estaba observando.
Ella se fijó muy bien en el lobo, y
vio que le estaba creciendo una cosa muy grande entre sus piernas. No
sabía qué era eso, pero se levantó de repente, y se puso bien la
falda. Cogió su cesta y se acercó al lobo. Él estaba de pie, y
entre sus piernas había una cosa muy larga y muy gorda, parecida al
juguete que Chochocita había usado antes... El lobo se la estaba
acariciando.
Chochocita tuvo miedo entonces, y le
dijo que tenia que irse. Pero el lobo la detuvo diciendo que se
esperara. Ella no entendía nada. Entonces, el lobo, cogió a
Chochocita de las manos, la llevó contra un árbol, la puso de
espaldas, le subió la falda, le abrió las piernas, y le metió su
enorme cosa bien al fondo. Y Chochocita empezó a gritar, y se
agarraba fuertemente al árbol porque no sabía lo que estaba
pasando... Pero le gustaba mucho. El lobo le estaba dando mucho
placer y ella volvía a chorrear...
Él seguía metiéndosela y
sacándosela, muy rápido... Hasta el fondo... bien adentro... Ella
gritaba y gritaba... y le pedía que fuera más rápido... Y el lobo
le decía:
- ¿Te gusta, eh?... Nunca habías
probado esto, ¿verdad?
- No... aahh... nunca... sigue, no
pares... esto es mejor que mis dedos... y mejor que el juguete de mi
abuela...
Entonces, el lobo se acordó también
del juguete, y paró por un momento. Dejó a Chochocita con todo el
coño al aire, contra el árbol, pero ella no se movió. Esperó así.
El lobo fue a buscar el juguete a la cesta, y lo trajo. Cogió a
Chochocita y la sentó en el suelo. Le metió el juguete en su coño,
bien profundo, y ella dio un fuerte grito. Y le dijo:
- Ahora te vas a tomar un delicioso
postre... abre bien la boquita, y mientras, deja que el juguete se
quede dentro de tu coñito... no te lo saques...
Y el lobo acercó su gran cosa a la
boca de Chochocita, y empezó a apretársela con mucha más fuerza,
de arriba abajo. Al tiempo que gemía mucho más fuerte. En ese
momento, un fuerte chorro blanco salió disparado del pequeño
agujero, impregnando la cara de Chochocita... La joven, al saborear
aquello que parecía leche, empezó a tragárselo todo, porque le
pareció exquisito... y le pedía más y más al lobo... Y él no
paraba de chorrear... al tiempo que jadeaba.
Chochocita empezaba a sentir en su
coñito que se iba a correr otra vez, pero cuando quiso darse cuenta,
el lobo había desaparecido... Ella estaba demasiado excitada y
cachonda como para salir corriendo detrás de él, o preguntarse a
dónde había ido... Así que se quedó allí sentada, con el juguete
en el coño, cachonda y muy mojada... y empezó a correrse como
nunca. Comenzó a temblar y a sentir espasmos de las fuertes
contracciones que estaba teniendo... y se retorcía en el suelo.
Mientras, el lobo había tomado un
atajo para llegar a casa de la abuelita de Chochocita, y en su
malévola mente, ya estaba ideando un plan para follarse a la dulce
anciana.
Cuando llegó a su casa, la misma
abuela le abrió la puerta, y el lobo se sorprendió mucho al verla.
Era una ancianita muy joven. Era alta, con una larga melena rubia y
ondulada, los labios pintados de rojo, un traje de cuero, botas
negras de tacón, y una mirada de guarra que estaba pidiendo a gritos
que alguien la complaciera. El lobo no se lo pensó dos veces y la
cogió fuertemente de los brazos. Se la llevó adentro, la tiró a la
cama, le arrancó los pantalones, le abrió las piernas, y le metió
su enorme miembro hasta el fondo de su coño. Y la abuelita dio un
grito que llegó a todas partes del bosque.
En ese momento, pasaba por allí cerca
un cazador, y al escuchar el grito de la casa de la abuela, decidió
que tenía que ir allí corriendo, para ver lo que pasaba.
Mientras, Chochocita se recuperaba de
su gran corrida minutos antes, y guardó el gran juguete azul en la
cesta. Se colocó bien la falda, y pensó que lo mejor sería
emprender el camino de nuevo, a casa de su abuelita.
Al mismo tiempo, el cazador ya estaba
llamando a la puerta de casa de la abuela, y se dio cuenta de que
estaba abierta. La voz de la mujer, desde dentro, le dijo que podía
pasar, y así lo hizo el cazador. Al entrar en su casa, se quedó
asombrado de ver semejante escena. El lobo y la abuela estaban
follando en la cama.
El cazador no se lo pensó dos veces, y
se acercó a la boca de la joven abuela, abrumado por su belleza. Se
sacó su gran pistola del pantalón, y la puso en su boca. Y ella,
como si fuera un biberón, empezó a chupar y chupar... mientras el
lobo no paraba de follarla.
Minutos después, apareció allí
Chochocita. Cuando vio que la puerta estaba abierta, se quedó muy
sorprendida, y entró. Al ver la escena, se puso tremendamente
cachonda, sin saber por qué... pero también se asustó un poco. El
lobo dejó de follar con la abuela, y ella continuó chupándole la
pistola al cazador.
Chochocita se acercó tímidamente al
lobo, se quedó mirando su gran miembro, y le dijo:
- ¿Por qué tienes esa cosa tan grande
entre las piernas?... Antes no me has dado tiempo a preguntártelo.
- Es mi juguete del amor, para follarte
mejor.
La agarró rápidamente de la cintura y
la echó a la cama boca abajo, abriéndole las piernas. Chochocita ya
sabía lo que le esperaba, y como sabía que le iba a gustar, se dejó
hacer... El lobo empezó a follársela mucho más fuerte que antes, y
Chochocita empezó a gritar de placer. Ella le pedía que lo hiciera
más fuerte, que no parase, que siguiera.
Al mismo tiempo, en la otra punta de la
habitación, la abuelita seguía chupándosela al cazador, y de
repente, él le dijo que parase, porque ahora se la iba a meter. Ella
se subió a la mesa, y se abrió de piernas. El cazador se puso
delante de ella, y antes de metérsela, pensó que sería buena idea
comerle un poco el coño porque se veía delicioso y desprendía un
aroma embriagador. Acercó su boca a él y empezó a comérselo
enérgicamente. La abuelita gemía de placer. El cazador chupaba y
mordía su pequeño botón, y con la lengua lamía los pliegues que
se le formaban. La abuelita le suplicó que se la metiera de una vez,
que estaba demasiado cachonda, y que quería sentir su pistola de una
vez por todas. El cazador se colocó entre sus piernas, y empezó a
follársela, fuertemente.
Mientras, en la cama, Chochocita
suplicaba al lobo que fuera más rápido, que estaba a punto de
correrse. Y el lobo aumentó la velocidad, satisfaciéndola en todo
lo que podía. Y la joven empezó a correrse como nunca. Las
contracciones de su chochito apretaban el enorme miembro del lobo, de
modo que éste tampoco pudo aguantar mucho más, y comenzó también
a correrse.
Los gemidos de los dos se mezclaban con
los gritos de la abuelita, que no dejaba de chillar mientras el
cazador se la follaba. También estaba a punto de correrse. El
cazador dio una embestida más fuerte, y la abuelita gemía y gemía.
Siguió bombeando para darle todo el placer posible. Pero enseguida
tuvo que sacar la pistola de dentro de su coño, porque también
empezaba a correrse. Un potente chorro blanco impregnó la tripa de
la abuelita, empapando sus enormes pechos firmes y duros al tiempo
que el cazador gemía de placer.
Chochocita y el lobo se habían quedado
exhaustos en la cama, tirados y empapados de sudor. De repente ella
se levantó preocupada porque tenía que volver a casa. Le dio a la
abuelita la cesta con los juguetes, y ella le dio las gracias. Salió
de la casa corriendo, pero el lobo la siguió. Dijo que quería ir
con ella siempre porque le encantaba follársela. Ella dudó un
momento, pero como había disfrutado mucho, y el lobo tenía esa cosa
tan grande y gorda, que le daba tanto placer, y hacía que se
corriera mucho mejor que con sus deditos, le dijo que estaba de
acuerdo, y que ella también quería que siempre fuera con ella, para
hacerle compañía y follársela todos los días.
Así que, a partir de aquel día,
Chochocita y su fiel amante, el lobo, iban siempre juntos a todas
partes, y jugaban juntos, y se pasaban el día follando entre los
árboles del bosque...
Y colorín colorado, este cuento se ha
acabado.
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